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Año 17 - Junio/2015
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N° 87
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POR: Marco Robles L.

 

 


El libro: encanto y sabiduría
Homenaje en el día del Libro
Sin duda alguna el libro constituye una de las maravillosas conquistas del intelecto humano. Nosotros, los seres humanos, venimos pensando, elucubrando, imaginando y comunicándonos desde hace milenios. Pero las comunicaciones más remotas, de los tiempos prehistóricos, eran casi exclusivamente orales, si exceptuamos ciertos precarios mensajes, ideas y el vuelo de la imaginación que individuos de nuestra especie, intelectualmente bien dotados, dejaron impresos en huesos, pedazos de roca, de alabastro o en trozos de madera, y todavía milenios después, cuando nuestros remotos antepasados mentalmente lograron una evidente dualización del mundo en real e imaginario, dejaron sus huellas en pinturas rupestres y signos que para nosotros son indescifrables en su mayoría.
Sin embargo, de aquellas precarias formas de comunicación y pensamiento al surgimiento de los libros, quedaban algunos miles de años y también miles de generaciones humanas que debían pasar por el prolongado puente (en el tiempo) de las lenguas y alfabetos. Por manera que no poco de la creación del intelecto que intercambiaron los humanos de generaciones en generaciones, se perdieron en las sombras impenetrables del tiempo, porque no existía una genuina escritura ni el material idóneo que la conservase para los tiempos venideros.
Fue en la antigua Mesopotamia, (la Ciudad entre dos ríos, porque esta civilización, una de las más antiguas, surgió en el territorio comprendido entre los dos principales ríos de esta región, el Éufrates y Tigris, en lo que actualmente corresponde a Irak, en su mayoría) en donde apareció la escritura y lo que podríamos conocer como los primeros libros, conteniendo relatos maravillosos, leyendas, crónicas y determinados hechos históricos y experiencias.
 Pero los libros no eran como actualmente los conocemos, desde el extraordinario aporte que se atribuye a Johannes Gutemberg. En efecto, hace algunos milenios, los “libros” eran tablillas de barro o arcilla cocida y la escritura –cuneiforme o pictograma- se fijaba con un punzón o estilo. El libro más antiguo que conocemos, corresponde a un relato del diluvio, de la civilización caldea, encontrado en las orillas del Éufrates, sepultado por capas de limo. Las tablillas datan de aprox. 4000 años a n e, es decir son unos 2000 años más antiguos que el Génesis del Antiguo Testamento.
Semejantes “libros” eran pesados, también complicados de guardar y poco convenientes para llevarlos consigo, por lo que el ser humano luego de una búsqueda de siglos, encontró un mejor medio para elaborarlo: las hojas tratadas de la planta del papiro, que crecía a orillas del gran río Nilo. Esto fue 2000 años a d n e. Posteriormente vendrá un nuevo medio, que utilizamos hasta la actualidad en actos culturales especiales: el famoso pergamino, que empezaría a utilizarse a partir del año 190, también antes de nuestra era.
Les cupo a los griegos el honor de haber construido las primeras bibliotecas en Alejandría, luego de la conquista por Alejandro Magno de Egipto y de esa famosa ciudad del mundo antiguo; también en las antiguas ciudades de Pérgamo y Éfeso. La más famosa era sin duda la Biblioteca de Alejandría, con sus 700.000 volúmenes de libros hechos en tablillas, papiro y pergamino, que sufrió tres destrucciones: una casual, en tiempos de Julio César, y dos intencionales en tiempos cristianos e islámicos. La antigua civilización de China también brindó un gran aporte, cuando en el 105 de nuestra era sus sabios inventaron el papel, el medio que actualmente todavía se utiliza para los libros.
Pero en civilizaciones antiguas, como la azteca, los “libros” eran construidos generalmente en roca, alabastro o jade. Eran códigos de pictogramas, como el famoso “Calendario Azteca”, descifrado por el científico soviético Yuri Vasilievich Knorózov (1956) siguiendo la tesis del primer estudioso de estos pictogramas, el religioso Diego de Landa (h. 1524 – 1579). Sin embargo, Diego de Landa quedó con una enorme deuda ante la historia: él fue el responsable de la irreparable destrucción de los códigos de la gran cultura precolombina maya, alentado por la intolerancia y el fanatismo religiosos, como acá, en Abya Ayala hicieron lo mismo otros frailes, cuando destruyeron los enigmáticos Kipus (¡existían los kipus capitulares y numerales!, para la conservación de leyes, tradiciones y cronologías), cuya interpretación estuvo a cargo de los kipukamayuk, es decir “los que conocen los nudos”. Destruidos estos testimonios del talento creador de nuestros pueblos nativos, era fácil argumentar que carecieron de un pensamiento profundo, reflexivo, y de  indispensables vislumbres del lenguaje escrito. Paso a paso la ciencia, refuta esas falacias.
El libro es un tesoro de la humanidad, una de sus creaciones más maravillosas, del intelecto humano, porque nos entretiene, nos atrapa con la magia de la palabra de los insignes literatos, o nos descubre los arcanos de las ciencias y amplía nuestro horizonte de conocimientos, o abre sus páginas para acceder a ese pensamiento profundo racionalmente crítico, como ensaya una definición sobre la filosofía. No obstante lo dicho, como toda obra humana, no todos los libros conquistan la perennidad: solamente los producidos por los genios de la literatura y por los científicos más eminentes, o por los filósofos que alcanzan la cumbre de la reflexión, resisten esa prueba del tiempo y no conocen la senectud.      
Principales referencias: 1. S. Noah Kramer. “La cuna de la civilización”, 1984; 2. P. E. Cleator. “Los lenguajes perdidos” Ed. Orbis S. A., 1986; 3. Evelin Klengel-Brandt. «ÐŸÑƒÑ‚ешествие в Древний Вавилон». Academia de Ciencias de la URSS. Instituto de Estudios Orientales. Ed. “Naúka”. Moscú, 1979 –Traducción del alemán: Reise in das alte Babylon-; 4. Robert  A Day. “Cómo escribir y publicar trabajos científicos”, 1994; 5. Chip Walter. “El Último Superviviente”; 6. Lev Semiónovich Vygotski. Pensamiento y lenguaje. Conferencias sobre Psicología. (Ed. Íntegra traducida del ruso). Ed. Antonio Machado, Madrid, 2014;7. L. Alberto Reyes. El pensamiento indígena en América. Los antiguos andinos, mayas y nahuas. Ed. Biblos, Argentina 2008.



 


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