La lírica es la más desarrollada en el Mundo. Consiste en la expresión de los sentimientos de la persona. Por ende la poesía lírica es la manifestación de las emociones del poeta, así entonces la lírica es subjetiva. La lírica deriva de la utilización de la lira en la antigüedad, un instrumento musical de cuerdas, que se tocaba con ambas manos; generalmente acompañada del canto y la danza. Con el tiempo la lírica quedó para calificarse más a las expresiones poéticas. Dentro de la poesía lírica, por la vehemencia de los afectos y emociones del poeta, se justifica “el bello desorden”, a través de la integridad del poema. La poesía lírica tiene diversos géneros: la oda, la elegía, la dolora, la canción, la balada, la letrilla, la endecha, la fábula, la sátira, la epístola, el himno, el madrigal, el epigrama, el romance, el nocturno, el idilio y el epitalamio. A continuación veremos las poesías líricas de un gran intelectual ecuatoriano, conociendo antes una semblanza suya.
ARTURO BORJA PÉREZ Nació en Quito en 1892. Fue el décimo tercer hijo del ilustre jurista Luis Felipe Borja Pérez y de Carmen Amelia Pérez Chiriboga. Habiendo sufrido una lesión en su ojo derecho con la pluma que escribía, viajó a curarse en París, a sus quince años de edad, en compañía de su tío Carlos Pérez Quiñonez, en el año 1907. Allí se dedicó a estudiar la literatura francesa, leyendo a los poetas simbolistas: Baudelaire, Mallarmé, Verlaine, Rimbaud, Lautreamont, Samain y otros; los mismos que influyeron en su pensamiento, forma de vida y creación literaria. Cuando regresó a Quito, con un sentido vital cambiado, se dedicó a la producción literaria y a la bohemia. Considerando a la vida como algo oscuro, gris y ruin. Y anhelando su muerte, en los dos últimos versos de un poema, dijo: “Voy a entrar al olvido por la mágica puerta que me abrirá ese loco divino: Baudelaire!” Contrajo matrimonio con Carmen Rosa Sánchez Destruje, el 15 de Octubre de 1912; pasando la luna de miel en una hacienda cercana a Guápulo y regresando a Quito dos semanas después. Transcurridos pocos días más, el 13 de Noviembre de 1912, el poeta fallece por una sobredosis de morfina; cuando apenas tenía veinte años de edad. Arturo Borja es considerado el precursor del modernismo literario del Ecuador, incursionando en la poesía depresiva y melancólica de inicios del pasado Siglo XX; perteneciendo a la denominada “Generación Decapitada”. Su obra literaria está constituida por ocho poemas y veinte composiciones, que fue publicada en 1920, ocho años después de su fallecimiento, con el título “La Flauta de Ónix”, editada en la imprenta de la Universidad Central del Ecuador; como fruto de la recopilación que hicieron sus amigos Nicolás Delgado, Antonio Bellolio y Carlos Andrade Moscoso. Su poema “Para mí tu recuerdo” ha sido musicalizado como pasillo por el compositor Miguel Ángel Casares Viteri; siendo cantado por Carlota Jaramillo, Bolívar “El Pollo” Ortiz y otros artistas notables. Su nombre está inmortalizado en un Colegio de Quito, en una calle de Ambato y en una calle de la parroquia urbana Cañaribamba de la ciudad de Cuenca.
PARA MÍ TU RECUERDO Para mí tu recuerdo es hoy como la sombra del fantasma a quien dimos el nombre de adorada. Yo fui bueno contigo, tu desdén no me asombra, pues no me debes nada, ni te reprocho nada. Yo fui bueno contigo como una flor. Un día del jardín en que sólo soñaba me arrancaste; te di todo el perfume de mi melancolía, y como quien no hiciera ningún mal me dejaste. No te reprocho nada, o a lo más mi tristeza, esta tristeza enorme que me quita la vida, que me asemeja a un pobre moribundo que reza a la Virgen pidiéndole que le cure la herida.
VISIÓN LEJANA ¿Qué habrá sido de aquella morenita, trigo tostado al sol –que una mañana- me sorprendió mirando a su ventana? Tal vez murió, pero en mí resucita.
Tiene en mi alma un recuerdo de hermana muerta. Su luz es de paz infinita. Yo la llamo tenaz en mi maldita cárcel de eterna desventura arcana.
Y es su reflujo indeciso en mi vida una lustral ablución de jazmines que abre una dulce y suavísima herida.
¡Cómo volverla a ver! ¿En qué jardines emergerá su pálida figura? ¡Oh, amor eterno el que un instante dura!
¿Qué habrá sido de aquella morenita, trigo tostado al sol –que una mañana- me sorprendió mirando a su ventana? Tal vez murió, pero en mí resucita.
Tiene en mi alma un recuerdo de hermana muerta. Su luz es de paz infinita. Yo la llamo tenaz en mi maldita cárcel de eterna desventura arcana.
Y es su reflujo indeciso en mi vida una lustral ablución de jazmines que abre una dulce y suavísima herida.
¡Cómo volverla a ver! ¿En qué jardines emergerá su pálida figura? ¡Oh, amor eterno el que un instante dura!
PRIMAVERA MÍSTICA Y LUNAR El viejo campanario toca para el rosario. Las viejecitas una a una van desfilando hacia el santuario y se diría un milenario coro de brujas, a la luna.
Es el último día del mes de María. Mayo en el huerto y en el cielo: el cielo, rosas como estrellas; el huerto, estrellas como rosas… Hay un perfume de consuelo flotando por todas las cosas. Virgen María, ¿son tus huellas?
Hay santa paz y santa calma… sale a los labios la canción… El alma dice, sin voz, una oración.
Canción de amor, oración mía, pálida flor de poesía.
Hora de luna y de misterio, hora de santa bendición, hora en que deja el cautiverio para cantar, el corazón.
Hora de luna, hora de unción, hora de luna y de canción.
La luna es una llaga blanca y divina en el corazón hondo de la noche.
¡Oh luna diamantina, cúbreme! ¡Haz un derroche de lívida blancura en mi doliente noche! ¡Llégate hacia mi cruz, pon un poco de albura en mi corazón, llaga divina de locura!. El viejo campanario que tocaba al rosario se ha callado. El santuario se queda solitario.
Arturo Borja Pérez (Ecuatoriano. 1892-1912)
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